JUZGUE USTED
Por Francisco Castro Trenti. 7 de Diciembre del 2009. T.P.
El toma y daca que ahora traen panistas y priístas sobre quién es responsable del grado de criminalidad que prevalece en Tijuana, tiene como origen y destino, indudablemente, las elecciones del año próximo, más allá que por la preocupación en el tema en sí. Estarse echando la culpa los unos a los otros, exculpándose a sí mismos, no solo es falso sino irresponsable, cuando es bien sabido que ambos tienen responsabilidad compartida.
Un análisis a detalle obra en mi libro “Con las alas rotas, medio siglo de procuración de justicia en Baja California” -2008-, del cual transcribo algunas partes:
“La enorme descomposición de las autoridades a lo largo de varios años, incrementada notablemente a partir de los años 2006 y 2007, tiene sumida a la ciudad de Tijuana en una permanente confrontación de bandas criminales, las que actuando cada vez de manera más temeraria, han sentado sus reales…sin dejar de señalar a qué se atribuyen las causas del incremento de la delincuencia, que se han basado, en gran medida, en actos de corrupción, contubernio, complacencia, inexperiencia y disimulo, de quienes teniendo el deber de combatir la delincuencia, se coludieron con ésta para hacer fortuna.”
“Felipe Calderón Hinojosa, durante una visita a Tijuana en su campaña presidencial, dijo -junio 2006-:
“La violencia en Tijuana se ha recrudecido a partir de que el PAN dejó de gobernar la ciudad”. “Este comentario no fue ni es correcto. La delincuencia floreció en el período de Xicoténcatl Leyva como Gobernador (PRI), 1983-1988, pero se ha recrudecido a partir de 1989 en constante, firme y peligroso crecimiento, con el arribo de Ernesto Rufo Appel (PAN) a la gubernatura del estado, la que desde entonces y hasta la fecha (2008) ha estado bajo el control de este partido político. Solo en Tijuana la administración municipal 2004-2007 estuvo gobernada bajo partido político distinto (PRI) y sí, en 2005 el índice de homicidios se incrementó.”
Más adelante señalo:
“En 2003 se cometieron en Tijuana 353 homicidios, y 355 en 2004, superando los años anteriores, y los delitos de alto impacto crecían. En mayo de 2005 la inseguridad incrementaba considerablemente sus niveles de riesgo; iniciaba, entonces, la administración municipal anterior. Con los mandos importados del DF, la criminalidad se disparaba, como al final se comprobó con los 438 homicidios cometidos en ese año. La información que se obtenía en investigaciones, mostraban el incremento de la participación de elementos de la policía municipal de Tijuana en actividades de delincuencia organizada.”
Por cierto, fue en esas fechas cuando el entonces titular de la SSPM indicó que cuando apareciera un cadáver con las características de delincuencia organizada en determinada zona de la ciudad, el jefe policíaco de dicho sector sería removido de su cargo; tal advertencia trajo como consecuencia que en varios casos los cadáveres fueran trasladados por elementos policíacos, del lugar del hallazgo a otro en diferente distrito, para no sufrir las consecuencias, las cuales, por cierto, no se vieron.
Transcribo también:
“Debe concluirse que el florecimiento y recrudecimiento de la delincuencia no es un asunto de partidos ni de colores, sino de conciencias. A lo largo de los años ha habido muchos funcionarios corruptos, en todos los gobiernos y en todos los órdenes de gobierno, que han buscado hacer fortuna a costa de la seguridad de los demás. Casos concretos hay muchos y de ellos doy cuenta en el capítulo “Análisis de la criminalidad: orígenes, consecuencias y sugerencias”.”
Por otra parte, en octubre de 2008 escribí -artículo La respuesta-, de donde reproduzco: “Está claro que los delincuentes llegaron a Tijuana no simplemente porque sí. Sin duda, alguien abrió la puerta. Alguien, algunos, que teniendo el deber de combatir la delincuencia, se aliaron con ésta por componenda, complacencia o disimulo. Quienes en lugar de ver qué hacían, se pusieron a ver cuánto hacían, dejando a la ciudad temblando, y hay que voltear los ojos hacia allá..”
No hay duda, pues, de que la criminalidad ha florecido desde 1989, como tampoco de que se incrementó particularmente en los años 2006 – 2007, en los que hubo, también, una importante baja de elementos policíacos municipales, solo que es necesario e importante diferenciar cuándo las bajas son en cumplimiento del deber, y cuándo son por incumplimiento del deber. Y de éstas últimas hay muchos casos en el pasado reciente.
No hay duda, tampoco, de que los homicidios se dispararon en 2008 en Tijuana, como tampoco la hay de que fue por la reacción de la delincuencia ante la persecución y captura de la autoridad, derivando en un reacomodo de grupos con intereses opuestos, buscando reposicionarse en el esquema criminal.
Debe precisarse, también, que el buen actuar en la seguridad pública de Tijuana no se dio desde el inicio de ésta administración, aunque había esperanza de ello. En el libro aquí citado, digo: “en materia de seguridad pública ha habido un cambio radical, dejando de lado el modelo carpicista que dejó consecuencias funestas, con la entrada ahora tanto de Alberto Capella como de Julián Leyzaola; el primero tiene la teoría, que comienza a poner en práctica; el segundo tiene ambas cosas.”
No obstante, la corta estatura del primero pronto se vio, perdiéndose entre retórica, dislates y gastos superfluos, -de los que le pusieron freno a tiempo-. Es a partir del reajuste cuando se comienza a enderezar el rumbo; y como dije en el artículo anterior, no es una policía óptima, claro, -lejos se está de ello aún-, pero el rumbo está marcado, y hay eficaz dirección en ello.
Reconquistar los espacios cedidos a la delincuencia llevará, lamentablemente, mucho tiempo más, y costará, lamentablemente también, más de lo que ha costado.
Si ahora panistas y priístas salen con que “yo no fui, fue teté”, deben valorarse los hechos en su justa dimensión, porque los dos tienen su parte de responsabilidad, unos más que otros.
APARTE: nunca antes se habían cesado peritos por Asuntos Internos, dijo el procurador. Tiene razón. No se requiere de una dependencia para cesar a los ineptos, incompetentes o pillos. Basta la mano dura.